Saturday, January 12, 2008

EΦΥΓΕ Ο ΙΣΠΑΝΟΣ ΠΟΙΗΤΗΣ Ángel González

Ángel González. (Foto: EFE)
Ángel González. (Foto: EFE)

Ο Ισπανός ποιητής Άνχελ Γκονθάλεθ έφυγε από τη ζωή κατά τη διάρκεια της χθεσινής νύκτας, σε ηλικία 82 ετών, σε νοσοκομείο της Μαδρίτης, όπως μεταδίδουν τα ισπανικά μέσα ενημέρωσης, επικαλούμενες πηγές προσκείμενες στον ποιητή. Ο τιμημένος με βραβείο του Πρίγκιπα της Αστούριας το 1985, είχε γεννηθεί τον Σεπτέμβριο του 1925 στο Οβιέδο, της Αστούριας, εισήχθη χθες στο νοσοκομείο έπειτα από αναπνευστική κρίση.

Ο Άνχελ Γκονθάλεθ, ο οποίος επί μακρόν διέμεινε στις ΗΠΑ, όπου δίδαξε στο Παν/μιο της Αλμπουκέρκης, είχε συνταξιοδοτηθεί το 1993, κι ήταν μέλος της Βασιλικής Ακαδημίας της Ισπανίας, ενώ είχε τιμηθεί και το 1996 με το βραβείο ισπανο-αμερικανικής ποίησης Βασίλισσα Σοφία.

Κύρια έργα του «Πικρός Κόσμος» (Άspero Mundo 1956), «Στοιχειώδης βαθμός» (Grado elemental, 1962), «Με όλη την αγάπη μου» (A todo amor, 1988), την ανθολογία «Μαθήματα πραγμάτων κι άλλα ποιήματα» (Lecciones de cosas y otros poemas, 1998) και «Φθινόπωρο κι άλλα φώτα» ( Otono y otras luces, 2001). [www.kathimerini.gr με πληροφορίες από ΑΠΕ - ΜΠΕ]

Ángel González, el poeta de la solidaridad, la libertad y el amor

ELMUNDO.ES | AGENCIAS. MADRID.- Fue su primer amor y el más duradero. La poesía sedujo a Ángel González cuando tan sólo tenía 18 años. Enfermo de tuberculosis, mientras se recuperaba en el Páramo de Sil comenzó a leer poemas y a hacer sus primeros pinitos como escritor. Tanto le gustó fabricar versos, que decidió convertir su afición en profesión, aunque la alternara con otros trabajos...
CIUDAD CERO

Una revolución.
Luego una guerra.
En aquellos dos años —que eran
la quinta parte de toda mi vida—,
ya había experimentado sensaciones distintas.
Imaginé más tarde
lo que es la lucha en calidad de hombre.
Pero como tal niño,
la guerra, para mí, era tan sólo:
suspensión de las clases escolares,
Isabelita en bragas en el sótano,
cementerios de coches, pisos
abandonados, hambre indefinible,
sangre descubierta
en la tierra o las losas de la calle,
un terror que duraba
lo que el frágil rumor de los cristales
después de la explosión,
y el casi incomprensible
dolor de los adultos,
sus lágrimas, su miedo,
su ira sofocada,
que, por algún resquicio,
entraban en mi alma
para desvanecerse luego, pronto,
ante uno de los muchos
prodigios cotidianos: el hallazgo
de una bala aún caliente,
el incendio
de un edificio próximo,
los restos de un saqueo
—papeles y retratos
en medio de la calle...
Todo pasó,
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior, ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar.

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